Foto tomada de la Red
Me dijo, si prometes no interrumpir mi soledad puedes caminar
a mi lado. Y me dejó acompañarla hasta su casa. Ella empujaba su bicicleta roja
con una rueda pinchada. Agradecí ese pinchazo como un golpe de suerte, porque
el camino fue más lento. Adoraba esa bicicleta. La compró en el mercadillo de
los miércoles, en el museo del ferrocarril. El día que la dejó aparcada en mi
trastero supe que se quedaría para siempre.
- Ana Isabel Cámara García-
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