“Quizás la bici sea como ese primer
amor infantil, que gracias al destino que te regala una segunda oportunidad,
años después acaba siendo un amor para siempre”.
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Dice Pedro Bravo en su libro Biciosos (2014) que << los escritores tenemos una capacidad
especial para ser torpes montados en una bici. Podría decir que hay un estudio
de la Universidad de Wichita que lo atribuye a que desarrollamos una parte del
cerebro a costa de debilitar las conexiones neuronales que interactúan con la
zona del oído interno responsable del equilibrio, pero estaría haciendo uso de
una virtud que a veces puede ser un defecto: la capacidad de
fabulación>>. Sigue diciendo que
<< no tengo pues, ninguna explicación científica que lo razone pero en mi
caso las caídas que he sufrido son fruto de mi responsabilidad>>.
En mi caso, en la medida de que alguna vez escribo y de que
alguna vez monto en bici, puede que haya algo de real en dicha relación; en
ninguna disciplina se puede decir que sobresalga, sí me defiendo, pero cuando una
de ellas aumenta la otra disminuye como si ambas a la vez, montar en bici y
escribir, no pudieran coexistir al 100%.
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Óscar D’Aniello canta en Delafé y
las Flores Azules, un dúo de Barcelona que hace algo así como rap para escuchar
con tu pareja haciendo piececitos bajo una manta. Óscar es un apasionado de la
bicicleta que no tiene carnet de moto ni de coche; tiene dos piernas pero
también dos ruedas y dos pedales. Óscar grababa el cuarto disco del grupo que
comparte con Helena Miquel cuando su padre, enfermo de cáncer, acabó vencido
por la muerte y se frustró así el plan conjunto de viajar en tren al pueblo
milanés donde nació, Desio, para despedirse de sus familiares. En realidad, la
parca no fue capaz de frustrar el plan, tan solo lo transformó. Óscar acabó
acompañando a su padre, pero lo hizo subido a una bici Amaro hecha en Bilbao
para él. Su padre, sus cenizas, iban sobre el manillar.
Un viaje de 1.369 kilómetros del
que ha salido un documental, Ciao Pirla!,
y en el que Óscar no quiso elegir la ruta más fácil y se metió por todos los
puertos de los Pirineos y los Alpes.
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H.G.
Wells en su obra de 1905 Una Utopía
moderna, mezcla ficción y ensayo político-filosófico y pinta un mundo a
partir de sus ideales. Un gobierno mundial basado en su pensamiento socialista
para un planeta en el que la gente vive feliz, sin diferencia de género ni
maltrato animal.
De
la misma obra, se extrae la frase <<Los carriles bici abundarán en
Utopía>>.
<<El peso del tráfico menor, si no
todo ello, será ciertamente mecánico. Eso es lo que veremos, aunque la
carretera sea remota, estilizados y ligeros coches pasando, ciclistas y, en las
apacibles regiones montañosas, incluso habrá caminantes. Los carriles para
ciclistas abundarán en Utopía, a veces en paralelo a las grandes autopistas,
pero más a menudo siguiendo su propio y agradable camino entre bosques, pastos
y campos de cultivo. Y habrá una rica variedad de senderos y caminos
secundarios.>>
Vale.
No se puede decir que lo clavase, pero sí se imagina un espacio para las bicis
en el follón de transporte de su mundo ideal.
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Fragmentos
de Biciosos de Pedro Bravo-
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