Yo los
conozco, los he visto muchas veces.
Son raros,
salen temprano por la mañana y se empeñan en ganarle al sol. Cuando todos
duermen salen de puntillas aunque no esconden nada, no quieren molestar.
Están locos. En verano pedalean, suben, bajan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan, solo para disfrutar del descanso. En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia los moje. Pedalean empapados siempre, cuando no por la lluvia por el sudor.
Están locos. En verano pedalean, suben, bajan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan, solo para disfrutar del descanso. En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia los moje. Pedalean empapados siempre, cuando no por la lluvia por el sudor.
Yo los he
visto, pasan rápido por la bajada, despacio entre los árboles, serpentean
caminos de tierra, trepan cuestas empinadas, cruzan puentes de madera, pisan
hojas secas, suben cerros, saltan obstáculos, escuchan el ruido de los
neumáticos en la grava, en el lodo, en las hojas o en el pavimento, todo esto
es música para ellos.
Yo los he
visto, no están bien de la cabeza, usan zapatillas con clips para no
desprenderse de su adorada bicicleta aun cuando salgan volando por los aires
con ella, miden su tiempo y su cadencia una y otra vez, se inscriben en todas
las carreras, rara vez ganan una. Empiezan a correrla la noche anterior, sueñan
que pedalean entre rocas y ríos. Por la mañana se levantan como niños el día de
reyes, han preparado la ropa que descansa sobre una silla como lo hacían en su
infancia la víspera de vacaciones. El día antes de la carrera comen pasta y no
toman alcohol pero se premian con descaro y con carne asada y cerveza apenas
termina la competición.
Nunca pude
calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años.
Disfrutan
cuando pasan a otro ciclista pero le alientan, le dicen que falta poco y le
piden que no afloje. Compiten ferozmente y cuando se les pregunta contra quien contestan
que contra sí mismos.
Cuerdos no
están, se esmeran hasta el último aliento para pasar a ese ciclista, su
competidor acérrimo, pero si lo ven en desgracia se detienen a auxiliarlo, ¿quién
les entiende?. Llegan a la meta exhaustos, sin aliento, llegan en último lugar
y aún así levantan los brazos en señal de triunfo.
Seguro que
no están bien, les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, en
casos extremos las piernas se niegan a continuar, pero ellos siguen. A medida
que avanzan, los músculos sufren mas y mas, la cara se les desfigura, las
puntadas empiezan a repetirse y 15 km antes de la llegada empiezan a
preguntarse que hacen allí.
Están locos,
yo les conozco bien, se felicitan entre ellos, recuerdan partes del recorrido,
hablan de la bajada infernal y de la cuesta insufrible, de como las
conquistaron, todos hablan, todos escuchan.
Los he visto
muchas veces, están mal de la cabeza, miran con cariño y sin lastima al que
llega 20 minutos después, respetan al último y al penúltimo, se agrupan en
equipos y comparten con esa segunda familia parte de los sábados. Comparten
todas las fotos que sacan y no advierten que son iguales que las del sábado
anterior. Sufren caídas, se lastiman, descansan, se restablecen y vuelven a
montar en su bicicleta.
A veces
salen solos en compañía de su inseparable bici, dicen que pocas personas en
estos tiempos son capaces de estar solos consigo mismos una hora por día. Ellos
lo disfrutan en esos parajes que parecen exclusivos para su deleite
exclusivamente.
Lavan, arreglan, engrasan y abrillantan su bicicleta con tal cuidado que más pareciera que la veneran.
Lavan, arreglan, engrasan y abrillantan su bicicleta con tal cuidado que más pareciera que la veneran.
Están mal de
la cabeza, yo los he visto. Nunca se acuerdan de como empezaron pero se
preocupan de invitar a otros, se creen descubridores de un gran secreto al que
solo tienen acceso los que siguen sus huellas en la bicicleta de montaña.
Aquellos a los que convencen para probar una vez, en unos meses empezarán a
transformarse y acabarán tan locos como ellos.
Una cosa es
cierta, están completamente locos y solo ellos y los que se atreven a seguirlos
son capaces de disfrutar esa locura como lo hacen ellos.
El mundo
sería otro, sin duda, si hubiera más locos así.
- Texto de Alfoceas sobre ruedas- publicado en su facebook el 30 de octubre de 2013. Os dejo el enlace y os animo a visitar su espacio. Clic aquí.
Buenisima la descripcion pasa a paso,se identifica uno plenamente
ResponderEliminarVisir, eso es porque eres ciclista jeje
ResponderEliminarNos vemos en los caminos